images

El horario de verano es una práctica por la cual se adelantan los relojes una hora al inicio de la primavera, en España, el último domingo de marzo, para aprovechar mejor la luz natural de la tarde. Esta medida se implementó históricamente con la idea de ahorrar energía y disfrutar de más horas de sol, y se repite cada año en muchos países. Sin embargo, en los últimos tiempos ha surgido un amplio debate sobre sus pros y contras: por un lado, el supuesto ahorro energético y beneficios sociales; por otro, las posibles repercusiones en la salud​.

Impacto en la salud: sueño y ritmo circadiano

Adelantar una hora el reloj puede parecer un ajuste menor, pero nuestro cuerpo lo siente. Al entrar en horario de verano en primavera perdemos una hora de sueño de golpe, lo que supone un pequeño "jet lag" para el organismo. Nuestros ritmos biológicos, el reloj interno que regula el ciclo diario de sueño y vigilia, se desajustan y necesitan tiempo para adaptarse a la nueva hora. En particular, al haber menos luz solar por la mañana y más por la tarde de lo acostumbrado, se retrasa el ciclo natural del cuerpo: "a más luz, menos melatonina", explican los expertos​.

La melatonina es la hormona que induce el sueño cuando oscurece; si anochece una hora más tarde, esta hormona comenzará a liberarse más tarde de lo habitual, retrasando la sensación de sueño​. En cadena, al día siguiente nos toca madrugar antes de que nuestro cuerpo esté listo, acumulando cansancio. Tras el cambio de hora es común sentir somnolencia, fatiga, irritabilidad e incluso alteraciones en el estado de ánimo hasta que logramos reajustarnos​.

Los especialistas señalan que el organismo suele normalizar sus ritmos tras unos días (en algunos casos hasta dos semanas), pero mientras tanto podemos experimentar dificultades para concentrarnos y rendir con normalidad debido a ese sueño insuficiente.

¿Cómo afecta este cambio a nuestro estado de ánimo?

Además de estas molestias a corto plazo, diversos estudios médicos han detectado efectos en la salud más serios asociados al cambio de hora. La alteración del ritmo circadiano actúa como factor de estrés para el organismo, afectando parámetros fisiológicos como la presión arterial. Por ello, en las semanas posteriores al ajuste horario de primavera se ha observado un incremento en problemas cardiovasculares como infartos de miocardio, accidentes cerebrovasculares (embolias) e incluso arritmias cardíacas​.

Un estudio publicado en The New England Journal of Medicine encontró que el riesgo de infarto aumenta hasta un 24% el lunes inmediatamente posterior al cambio al horario de verano​. La privación de sueño y el estrés de la transición horaria podrían ser los desencadenantes de este repunte, lo que hace cuestionar si el beneficio de la medida compensa estos riesgos para la salud pública​.

El estado de ánimo y la salud mental tampoco quedan al margen. Cualquier alteración del sueño puede influir en cómo nos sentimos emocionalmente. En los días posteriores al cambio de hora muchas personas están más irritables o con el ánimo decaído debido al cansancio. De hecho, en poblaciones vulnerables se ha advertido que la falta de sueño puede contribuir a agravar problemas como la ansiedad o la depresión. Por ejemplo, en adolescentes -cuyos relojes biológicos son especialmente sensibles- este desajuste se ha ligado a peor rendimiento escolar, mayor impulsividad e incluso a síntomas de depresión en casos extremos​. Algunos estudios han hallado también una correlación entre el comienzo del horario de verano y aumentos en el consumo de sustancias (como alcohol) o comportamientos de riesgo, probablemente vinculados a la fatiga crónica y cambios de humor​

En resumen, aunque la mayoría de las personas se adaptará en poco tiempo, el cambio horario de primavera puede suponer un impacto notable en nuestro bienestar físico y mental durante esos primeros días.