
El calor extremo no solo incomoda, si no que puede convertirse en un riesgo real para la salud si no se toman precauciones a tiempo. En los últimos años, las olas de calor se han vuelto más frecuentes, intensas y prolongadas, y su impacto puede ser especialmente grave en personas mayores, niños pequeños, embarazadas y personas con enfermedades crónicas. Por eso, anticiparse y adoptar algunas pautas médicas básicas antes de que llegue la primera gran ola del verano puede marcar la diferencia.
La hidratación es un pilar fundamental. Beber agua con frecuencia, incluso sin sensación de sed, es una de las medidas más eficaces para prevenir deshidrataciones o golpes de calor. No se trata solo de aumentar la ingesta de líquidos, sino también de reducir el consumo de bebidas que pueden favorecer la pérdida de agua, como el alcohol, los refrescos azucarados o el exceso de cafeína. Las frutas y verduras frescas, como la sandía, el melón o el pepino, también ayudan a mantener el nivel de hidratación.
Los profesionales sanitarios insisten en la necesidad de adaptar la rutina diaria. Es importante evitar la exposición al sol en las horas centrales del día, especialmente entre las 12:00 y las 17:00 horas, cuando la temperatura alcanza su pico más alto. En ese periodo, conviene permanecer en lugares frescos o climatizados, reducir la actividad física intensa y, si es imprescindible salir a la calle, hacerlo con sombrero, ropa ligera de colores claros y protección solar adecuada.
El entorno doméstico también juega un papel clave. Ventilar la casa en las primeras horas de la mañana y al caer la tarde, mantener persianas y cortinas cerradas durante las horas de más calor, y recurrir a ventiladores o aire acondicionado de forma responsable, puede contribuir a mantener temperaturas interiores más seguras. Para quienes no cuentan con climatización en casa, conviene identificar lugares públicos frescos donde poder refugiarse algunas horas al día, como centros culturales, bibliotecas o comercios.
Otro punto esencial es la atención a las personas más vulnerables. Los mayores de 65 años, los bebés, las mujeres embarazadas o quienes padecen enfermedades cardiovasculares, renales o respiratorias deben contar con una vigilancia especial. Algunos medicamentos, como los diuréticos o antihipertensivos, pueden alterar la regulación de la temperatura corporal o la hidratación, por lo que es fundamental consultar con el médico si se siguen tratamientos crónicos.
Estar atentos a los signos de alarma también puede evitar complicaciones. Mareos, fatiga inusual, dolor de cabeza, náuseas, piel muy enrojecida o confusión mental pueden ser síntomas de un golpe de calor o de una deshidratación severa. Ante cualquiera de estas señales, es clave actuar con rapidez y acudir al médico sin demora.
Prepararse antes de que llegue el calor extremo no solo es recomendable: puede salvar vidas. La prevención empieza mucho antes de que las temperaturas alcancen cifras récord. Y hacerlo bien, con sentido común y asesoramiento médico, es la mejor manera de protegernos a nosotros mismos y a quienes más lo necesitan.