La disfagia es un trastorno de la deglución que puede afectar a personas de todas las edades. Se caracteriza por la dificultad para tragar alimentos y líquidos de manera normal, lo que puede dar lugar a una serie de problemas de salud si no se aborda adecuadamente.
Su prevalencia aumenta con la edad y es más común de lo que se suele pensar. Se estima que alrededor del 15% de la población adulta en todo el mundo experimentará algún grado de disfagia en algún momento de su vida. Además, es una afección frecuente en adultos mayores y pacientes con enfermedades neuromusculares o afecciones médicas crónicas.
Existen dos tipos principales de disfagia:
- Disfagia orofaríngea: Se produce cuando hay dificultades en la fase inicial de la deglución, que involucra la boca y la garganta. Las causas pueden incluir problemas neuromusculares, como el accidente cerebrovascular o la enfermedad de Parkinson, así como afecciones estructurales, como tumores o estrechamiento del esófago.
- Disfagia esofágica: En este caso, se debe a problemas en el esófago, el tubo muscular que conecta la garganta con el estómago. Puede deberse a afecciones como el reflujo gastroesofágico, tumores esofágicos, estenosis o trastornos motores esofágicos.
Y, aunque los síntomas de la disfagia pueden variar en gravedad, estos pueden incluir:
- Dificultad para tragar alimentos o líquidos
- Sensación de obstrucción o bloqueo en la garganta o el pecho
- Dolor al tragar
- Regurgitación de alimentos o líquidos no digeridos
- Pérdida de peso no intencionada debido a la dificultad para comer
- Tos o asfixia durante o después de comer o beber
- Prevención de la Disfagia
Si bien algunos casos de disfagia son inevitables debido a afecciones médicas subyacentes, existen algunas medidas que pueden ayudar a prevenir o reducir el riesgo de desarrollar disfagia como:
- Mantener una buena higiene oral y dental: Evitar infecciones orales y mantener una buena salud dental puede ayudar a prevenir problemas de deglución.
- Evitar el consumo excesivo de alcohol y el tabaquismo: Estos hábitos pueden aumentar el riesgo de desarrollar cáncer de garganta y esófago, lo que puede causar disfagia.
- Comer despacio y masticar bien los alimentos: Tomarse el tiempo necesario para comer y masticar adecuadamente puede reducir el riesgo de atragantamiento y problemas de deglución.
- Controlar afecciones médicas subyacentes: Mantener bajo control condiciones como el reflujo gastroesofágico, la diabetes o las enfermedades neuromusculares puede ayudar a prevenir la disfagia.
La disfagia puede afectar a personas de todas las edades y tiene un impacto significativo en la calidad de vida. La prevención, el diagnóstico temprano y el tratamiento adecuado son fundamentales para abordar esta afección de manera efectiva. Para una evolución y tratamiento adecuados se ha de recurrir a los especialistas desde un abordaje integral que englobe a diversos especialistas, entre los que se incluyen:
- Gastroenterólogos: Tratan problemas relacionados con el esófago y pueden ayudar en el diagnóstico y tratamiento de la disfagia esofágica.
- Terapeutas del habla y el lenguaje: Estos profesionales pueden trabajar en terapia de deglución para mejorar la capacidad de tragar de un paciente y enseñar técnicas para facilitar la alimentación.
- Fisioterapeutas: En algunos casos, los fisioterapeutas pueden ayudar a mejorar la función de los músculos involucrados en la deglución.