
Cada 4 de febrero, desde el año 2000, se conmemora el Día Mundial contra el Cáncer. Una enfermedad que continúa siendo una de las principales causas de morbi-mortalidad en nuestro país, aunque en las últimas décadas, el tratamiento del cáncer ha evolucionado de manera significativa.
Más allá de la quimioterapia y la radioterapia, que afectan tanto a células sanas como a las cancerosas, existen las terapias dirigidas, un enfoque revolucionario que permite atacar con precisión las células tumorales minimizando al máximo el daño al resto del organismo.
Estas terapias han modificado el pronóstico de muchos tipos de cáncer, mejorando la eficacia de los tratamientos y reduciendo los efectos secundarios. Pero, ¿qué son exactamente y por qué representan el presente y el futuro de la oncología?
¿Qué son las terapias dirigidas?
Estas terapias son medicamentos diseñados para atacar mecanismos específicos de las células cancerosas que permiten su supervivencia y crecimiento. A diferencia de la quimioterapia tradicional, que destruye células en rápida división sin diferenciar entre sanas y malignas, estos tratamientos actúan sobre blancos moleculares presentes únicamente en las células tumorales.
Sus características principales a destacar serían:
- Su precisión: ya que actúan sobre proteínas o genes específicos relacionados con el desarrollo del cáncer.
- Menor toxicidad: porque se enfocan en células tumorales, afectan menos a las células sanas, reduciendo los efectos adversos.
- Una mayor eficacia: porque han demostrado que mejora la supervivencia y calidad de vida en múltiples tipos de cáncer.
¿Qué tipos de terapias dirigidas existen?
Dependiendo de su mecanismo de acción, hay diferentes tipos:
- Inhibidores de señales de crecimiento celular: algunos cánceres crecen de forma descontrolada debido a señales que estimulan su proliferación. Fármacos como los inhibidores de tirosina quinasa (TKI) bloquean esas señales, impidiendo el desarrollo del tumor. Un ejemplo de este tipo de terapia es Erlotinib y Osimertinib en cáncer de pulmón con mutaciones en EGFR.
- Anticuerpos monoclonales: son proteínas diseñadas para reconocer y adherirse a células cancerosas, impidiendo su crecimiento o señalándolas para que el sistema inmunológico las elimine. Por ejemplo, Trastuzumab (Herceptin) en cáncer de mama HER2+.
- Inhibidores de angiogénesis: los tumores necesitan generar nuevos vasos sanguíneos para recibir oxígeno y nutrientes. Algunos tratamientos bloquean este proceso, impidiendo su crecimiento. Bevacizumab (Avastin) en cáncer colorrectal y de pulmón, es un ejemplo de esta terapia.
- Terapias dirigidas a la reparación del ADN: algunos cánceres tienen mutaciones que afectan su capacidad para reparar el ADN dañado. Los inhibidores de PARP, por ejemplo, explotan esta vulnerabilidad para inducir la muerte de las células cancerosas. Un ejemplo de esta terapia es Olaparib en cáncer de ovario con mutaciones BRCA.
El impacto y futuro de las terapias dirigidas
Estas terapias dirigidas, están transformando, en la actualidad, el tratamiento del cáncer. Cáncer de mama, melanoma, de pulmón y leucemias han visto mejoras significativas, no solo en la supervivencia, sino también en la calidad de vida de los pacientes.
Además, la investigación en oncología está cada vez más enfocada en medicina personalizada, donde los tratamientos se adaptan a la biología única de cada tumor. La combinación de terapias dirigidas con inmunoterapia es una de las estrategias más prometedoras en el tratamiento de tumores resistentes.
A medida que la ciencia avanza, es probable que surjan nuevos fármacos y estrategias que sigan reduciendo la toxicidad y mejorando los resultados de los pacientes.
Las terapias dirigidas han marcado un punto de inflexión en la lucha contra el cáncer, permitiendo tratamientos más eficaces y personalizados. A medida que la ciencia avanza, surgirán nuevas estrategias y fármacos que continúen reduciendo la toxicidad y mejorando los resultados en los pacientes.