El doctor Damián García-Olmo no solo es una figura clave en el desarrollo de la cirugía digestiva en España, sino también uno de los médicos más reconocidos a nivel nacional e internacional por sus aportes a la investigación y tratamientos pioneros.
Con más de cuatro décadas de ejercicio profesional, ha sido pionero en terapias celulares aplicadas a enfermedades como la fístula perianal en pacientes con Crohn, convirtiéndose en el primer médico del mundo en aplicar con éxito células madre mesenquimales en un tratamiento clínico de este tipo. A lo largo de su trayectoria ha conjugado con naturalidad la asistencia, la docencia y la investigación, demostrando que la medicina no es solo una profesión, sino una vocación y una forma de vida.
Actualmente es el jefe del Servicio de Cirugía General en el Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, donde sigue afrontando retos y tiene claro que, en la próxima década, la cirugía robótica, la inmunoterapia y las células CAR-T marcarán la próxima década de las enfermedades digestivas hacia tratamientos diseñados a medida para cada paciente.
¿Cuándo surgió su interés por la medicina y, en particular, por la cirugía?
Nunca me planteé ser otra cosa. Desde niño, mi padre -que era delineante- me hablaba con auténtica admiración de los médicos: de su entrega, de lo que significaba curar. Me transmitió esa vocación con tanta intensidad que ya nunca me abandonó. Lo de la cirugía fue amor a primera vista. En tercero de carrera, acompañé a una compañera al quirófano por una apendicitis. Aquello fue revelador: el entorno quirúrgico, el instrumental, la eficacia con la que resolvían el problema... Me dije: "esto es lo que quiero ser. Cirujano".
¿Hubo alguna figura clave que marcó esa decisión? ¿Cómo recuerda sus años de formación médica?
La vocación fue mía, pero sin duda he tenido referentes. Colegas y mentores que me ayudaron a crecer. La cirugía es un trabajo de equipo: los cirujanos nos hacemos unos a otros. Es una profesión que no se entiende sin la cooperación y el ejemplo compartido. Mis años de formación fueron años luminosos, cargados de emoción. Teníamos hambre de conocimiento, de aprender a curar o, al menos, a consolar. La convivencia en las guardias, el compañerismo, la sensación de prepararte para una misión: disminuir en lo que puedas el sufrimiento humano.
A lo largo de su carrera ha sido pionero en distintas líneas de investigación. ¿Cuál considera su mayor aportación? ¿Cómo surgió su interés por las terapias celulares?
Tengo una necesidad casi obsesiva de entender. Siempre he sentido que, ante una enfermedad, no basta con tratarla: hay que llegar a la causa profunda. Esa inquietud me ha llevado a investigar constantemente, y creo que esa actitud ha servido no solo a mis pacientes, sino también a mis colegas. A comienzos de los 2000 trabajaba en cultivos celulares para el cáncer de colon. Fue entonces cuando empezaron a publicarse estudios sobre células madre. Coincidió que teníamos una paciente joven con una fístula por enfermedad de Crohn muy dolorosa. Y justo en ese momento conocí a un joven biólogo, el doctor García Arranz. Conectamos al instante y juntos desarrollamos un protocolo que aplicamos por primera vez a esa paciente. Funcionó, lo publicamos y seguimos adelante. Hoy en día, miles de pacientes han sido tratados con esa terapia. Es nuestro mayor orgullo.
¿Cuál ha sido el momento más difícil de su carrera? ¿Y el más gratificante?
Podría decir que la parte más difícil y a veces un tanto decepcionante es lo que ha tenido que ver con mi vida académica. Desde que era estudiante de medicina sentía devoción por la Universidad. Siempre tuve el concepto romántico de que la Universidad es la columna vertebral de la sociedad y mis maestros lo alimentaron. Pero desde el primer momento pude sentir las peculiaridades de la Institución en nuestro país. La medicina académica en España siempre ha tenido algunas características que pueden hacer muy dolorosa la carrera. Especialmente todo el sistema de oposiciones, que, a mi juicio, va mejorando. Por lo que respecta a los momentos más gratificantes de mi vida profesional, tengo que decir que siempre van ligados a la buena evolución de algunos pacientes y a la puesta en marcha de algunos procedimientos para curar más y mejor. ¡Especialmente cuando el equipo lo celebra unido!
¿De qué logro se siente más orgulloso?
Mi mayor logro profesional es formar parte de un gran equipo. La Cirugía del siglo XXI es un trabajo de equipo y no hay nada que se pueda hacer bien solo. Así que todos los logros pertenecen a los equipos. Quizás lo más importante que hemos hecho en estos años es conjuntar un servicio de cirugía muy superespecializado y centrado en el paciente. Esta forma de organización mejora los resultados en salud y sin duda la experiencia del paciente. Todos pensamos que esto será lo que tenga más impacto a largo plazo.
Su trabajo ha tenido repercusión internacional. ¿Cómo lo vive? ¿Qué supuso para usted tratar al primer paciente con células madre mesenquimales en fístulas de Crohn?
Las terapias avanzadas como la terapia celular tienen gran proyección internacional porque pueden resolver necesidades médicas no cubiertas. Ser pioneros en el uso clínico de células madre mesenquimales atrajo la atención de la comunidad científica. A veces resulta agotador, pero lo veo como una responsabilidad: compartir resultados, abrir camino. Tratamos al primer paciente de fístula de Crohn en el año 2002, cuando todavía no existía una regulación europea sobre el uso de células para curar. Creo que trasmito la sensación de todo el equipo si digo que lo que supuso para nosotros es que abríamos una ventana a la esperanza de muchos pacientes que sufrían por enfermedades incurables. Esto nos hacía trabajar con la ilusión del que sabe a dónde va.
¿Siente que su trabajo ha cambiado la vida de los pacientes?
¡Siempre nos quedamos cortos! Es bueno no sentirse completamente satisfecho. Hay que mantenerse hambriento de curar y atento a las nuevas maneras de hacerlo.
¿Cómo equilibra la vida profesional con la personal? ¿Qué valores le han guiado a lo largo de su carrera?
No estoy seguro de equilibrarla bien. De hecho, no creo que tenga una vida profesional y otra personal. Podría decir que tengo una sola vida en la que el oficio de curar se entremezcla con todas las facetas y todos mis momentos. Dentro del catálogo general de valores y principios que todos aceptamos, el protagonismo de cada uno de ellos ha ido variando con las circunstancias vitales. Por así decirlo, mi cosmovisión siempre ha estado alineada con los valores del humanismo cristiano.
¿Qué consejo daría a los jóvenes médicos e investigadores?
Que cada día reflexionen sobre el valor de su profesión. Sobre el privilegio que resulta curar a las personas. Ahí encontrarán la ilusión y la pasión por curar lo que es curable y hacer curable lo que ahora no lo es.
¿Qué le motiva a seguir y cómo le gustaría ser recordado?
Me motiva el sufrimiento humano y la posibilidad de aliviarlo. Me gustaría ser recordado con las palabras de Machado: "Nunca perseguí la gloria, ni dejar en la memoria de los hombres mi canción; yo amo los mundos sutiles, ingrávidos y gentiles como pompas de jabón.". Solo quiero haber ayudado.