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Dra. Susana Monereo, jefa del servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario Gregorio Marañón de Madrid y del equipo del Hospital Ruber Internacional en la misma especialidad

Hoy tenemos el placer de contar con la Dra. Susana Monereo, una renombrada doctora cuya dedicación y pasión por la medicina han dejado una huella significativa en el campo de la endocrinología. En esta entrevista, exploraremos no solo su experiencia y conocimientos profesionales, sino también su viaje personal hacia la especialidad.

¿Qué le inspiró a, por un lado, estudiar medicina; y, por otro, ¿elegir esta especialidad?

¡¡Quise ser médico, desde pequeña!! Pertenezco a una familia de médicos, mis dos abuelos, mi padre, dos tíos y varios primos son médicos o fueron médicos de distintas especialidades. Mi padre fue un gran médico y una figura muy importante para mí. Me transmitió la fascinación de la medicina como profesión, siempre disfrutaba cuando hablaba de medicina o de sus pacientes, aquello me cautivó y decidí que quería sentirlo yo también.

Después de la carrera me costó elegir la especialidad porque me gustaba todo. Al final terminé haciendo endocrinología y nutrición casi por casualidad y ha sido una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida.

¿Cree que ha sido (o es) una especialidad entre las más desconocidas? ¿Se le da más importancia a la especialidad ahora que antes?

La endocrinología es una especialidad con dos vertientes muy distintas. Una es la parte conocida como endocrinología que trata los problemas hormonales (tiroides, hipófisis, suprarrenal, gónadas, etc.) y del metabolismo (obesidad y diabetes, dislipemias, etc.), y luego la parte nutricional, que abarca toda la nutrición hospitalaria desde la dieta oral a todo el campo de nutrición artificial.

Ha sido una especialidad que se ha desarrollado mucho en los últimos 50 años, con la aparición de la ingeniería genética y el desarrollo de las hormonas sintéticas que ahora usamos como fármacos, hasta entonces era una gran desconocida.

¿Qué aspectos creen que son los más desconocidos de un endocrinólogo?

Seguramente abarquen muchas más patologías, trastornos y subespecialidades de lo que la población general cree. 

Evidentemente, somos los responsables de todas las enfermedades en las que interviene las hormonas y cómo estas actúan en cualquier parte del cuerpo; podría decirse que tocamos todos los órganos. Probablemente, lo más desconocido son las enfermedades genéticas del metabolismo, llamadas enfermedades raras. En la actualidad ha habido campos donde la especialidad ha crecido mucho como la endocrinología infantil, la neuro endocrinología o la endocrinología transgénero, sin olvidar los grandes avances de la especialidad en las dos enfermedades metabólicas más frecuentes en el mundo: la obesidad y la diabetes.

¿Cuáles son los principales desafíos que ha enfrentado a lo largo de su carrera?

Siempre me gustó la parte clínica y el mayor desafío en esa área era aprender a comunicar y empatizar con los pacientes. Tuve grandes maestros y eso para mí fue un valor fundamental que hoy se está perdiendo por la digitalización. Por supuesto, estar al día es un desafío continuo en esta profesión y, puesto que llegué a ser jefe de servicio muy joven, el mayor reto fue aprender a liderar un grupo de profesionales y conseguir formar un equipo y hacerlos crecer.

Formar residentes, enseñarles a ser médicos y buenos especialistas, o dar clases en la universidad fue un desafío permanente que también me llenó de satisfacciones.

Además, quise llegar a los pacientes y a la sociedad y acepté el reto de la divulgación científica como parte de mi trabajo. Este aspecto quizá ha sido el más difícil, pero considero que es muy importante y, quizá, una asignatura pendiente de muchos profesionales.

¿Cómo ha evolucionado la endocrinología a lo largo de los últimos años con respecto a prevención, diagnóstico y tratamiento?

Es una especialidad con pocas técnicas de diagnóstico, aunque ha ido evolucionando e incorporando aspectos más tecnológicos como la ecografía, o las bombas y sensores de insulina, o el diagnóstico genético. Ha crecido mucho en el área de laboratorio para el diagnóstico de los problemas hormonales, pero quizá donde más lo ha hecho es en el área de los tratamientos, ya que disponemos de fármacos que hasta hace poco eran impensables para tratar la diabetes, la obesidad o reducir el riesgo cardiovascular y, probablemente, para ayudar a modificar hábitos de vida que cambiarán el mundo.

¿Cómo visualiza el futuro de esta rama de la medicina? 

Veo un futuro prometedor. En primer lugar, por la alta prevalencia de enfermedades relacionadas con la especialidad, como la obesidad, la diabetes o las enfermedades del tiroides, que afecta a un porcentaje elevado de la población. También veo posibilidades de crecimiento en el área de nutrición hospitalaria, que está cambiando la evolución de muchas enfermedades de pacientes hospitalizados con enfermedades graves o grandes cirugías.

También tenemos mucho que aportar en el área de prevención de las enfermedades que tienen que ver con el cambio del estilo de vida que se ha producido en los últimos años.

¿Qué consejos daría a un profesional que aspira a seguir sus pasos? 

Que trabaje duro y que se acerque al paciente, en ellos siempre están las respuestas. Y que tenga claro la parte humana, que da tantas o más satisfacciones que la parte científica.

Por otro lado, que tenga ambición científica y que pelee por estar entre los mejores no solo a nivel nacional sino también internacional y que tenga claro que la sanidad pública o privada dan muchas oportunidades si se saben aprovechar.

¿Algún apunte o comentario adicional que quiera destacar? 

La medicina es algo muy grande que está avanzando muy rápido, pero hay que tener siempre muy claro que hay líneas rojas que no se deben cruzar. Los milagros en medicina no existen, y siempre debemos actuar dentro de los márgenes de la ciencia y la investigación, lo que se conoce como evidencia científica.

Ser médico no solo es una profesión, es una forma de vida. Casi una religión. Y en ello van los sinsabores, pero sobre todo las alegrías y la satisfacción de tener una profesión que va más allá de un simple trabajo. Disfrutar de ser médico, para mí, sigue siendo un privilegio.